El manejo tradicional del agua. Presas y molinos
Surcada por multitud de regatos, la vega del Bernesga optimiza la frescura y fertilidad del suelo sobre el que se asienta gracias a un ancestral sistema de presas o acequias que conducen el agua a los rincones más distantes del cauce. Se desconoce el origen de estos sistemas de riego ancestrales, aunque se sabe que fueron muy potenciados durante la Edad Media por diversas comunidades monásticas y que posiblemente llegaran a la comarca con grupos mozárabes emigrados desde Al-Andalus.
Estas presas tomaban el agua directamente del río a través de un puerto que se preparaba a base de ramas, piedras y tapines y permitía embalsar ligeramente el agua. Desde allí, por gravedad, el agua era conducida a través de un entramado de acequias a las que se aportaba en mayor o menor cantidad en función de las distintas necesidades y, sobre todo, de una estricta regulación establecida en cada pueblo en las ordenanzas de concejo. El derecho de riego estaba muy pautado y nadie podía aprovechar más allá de donde estaba establecido.
En el municipio se conservan algunos de estos sistemas tradicionales de manejo del agua, como la acequia de Cuadros y la del Bernesga. Entre Cuadros y Cabanillas el río es derivado a la presa de Cuadros, una antigua acequia de riego en cuyos márgenes existían, a principios del siglo XX ocho molinos, un batán, una sierra y una fábrica de luz. Hacia el sur, esta presa se prolonga en la acequia del Bernesga, también conocida como presa del Infantado, una gran canalización que conduce las aguas del Bernesga hasta Vega de Infanzones donde el agua por ella derivada es reintegrada al cauce del Esla.
Resulta muy interesante acercarse a estas acequias, que en varios puntos conservan aún su sistema tradicional de construcción: para evitar que los taludes se desplomaran una y otra vez por erosión, se protegían y afianzaban mediante un elaborado trenzado de ramas de sauce o de chopo que todavía es visible en diversos puntos y refleja cómo el ingenio es capaz de superar cualquier vicisitud.
Al estar muy ligados a la dinámica natural de río, cuando los cauces no estaban regulados por pantanos como en la actualidad, las crecidas estacionales obligaban a un constante mantenimiento de los puertos y de las presas. Estos trabajos se hacían entre todos los vecinos con derecho a riego a través de hacenderas, un sistema de trabajo personal en favor de la comunidad que se ha mantenido invariable hasta hace apenas unas décadas. Gracias a este manejo del agua, estos terrenos de vega permitieron diversificar los cultivos y obtener mejores rendimientos a cosechas de otra manera, exiguas.
Además de agua para riego, al amparo de estas acequias se fueron instalando todo tipo de artilugios hidráulicos que permitieron transformar la energía del agua en energía cinética para mover ruedas de molino y mazos para batanear lana y lino, o para producir, en los albores del siglo XX, la primera electricidad que abasteció a estos pueblos en una arcaica fábrica de luz.
Muestra de ello son varios molinos que todavía perviven, con distinta suerte, en varios lugares del municipio. A diferencia de los pequeños molinos surgidos de la necesidad de moler grano para consumo familiar, estos molinos semi-industriales son unidades productivas destinadas a la producción de harinas y piensos. Se hicieron posibles por los avances técnicos derivados de la revolución industrial. En ellos se molturaban granos gracias a un sistema de engranajes y correas movidos por la fuerza del agua a través de un rodezno, aunque con posterioridad utilizaron otras fuentes de energía hasta que fueron finalmente electrificados. A estas mejoras se fue añadiendo una maquinaria cada vez más precisa, que no solo multiplicaba la capacidad de molienda, sino que la mejoraba de forma considerable. Sus necesidades técnicas obligaron a incrementar las dimensiones de las construcciones, que empezaron a precisar más de una altura para optimizar el rendimiento.
La moltura del cereal se producía gracias a dos piedras de moler, una fija y otra móvil, que se pueden ajustar para obtener un harina más o menos fina. Muchas veces, los molinos contaban con más de un juego de piedras, protegidas en unos cajones de madera sobre los que se disponía la tolva o depósito de grano. De allí el grano caía a las muelas por un ligero movimiento.
Estos molinos constituyen un conjunto de construcciones vinculadas al desarrollo de la zona a lo largo del siglo XX y forman parte del patrimonio industrial de la localidad, al igual que las evidencias que quedan, en forma de chimeneas, de las tejeras y fábricas de ladrillos que se instalaron en el municipio en este mismo periodo.