La ermita de Camposagrado
Como tantas otras ermitas leonesas, la de Camposagrado se ubica en el límite de los pueblos de Rioseco de Tapia y Benllera, que tradicionalmente marcaba también la delimitación de las diócesis de León y Oviedo hasta que en 1954, una reestructuración eclesiástica la asignó definitivamente a la sede legionense.
Cuenta la tradición que, al iniciarse la Reconquista, tuvo lugar en Camposagrado una gran batalla contra los musulmanes, en la que resultaron vencedores los cristianos gracias a la intervención de Santa María. La batalla fue terrible y el campo quedó cubierto de cadáveres, a los que resultó imposible dar sepultura. Para que los muertos reposaran en sagrado, se bendijo el lugar que, desde entonces, recibe el nombre de “Campo Sagrado”. En agradecimiento por la Victoria, el propio don Pelayo mandó levantar una ermita donde se depositó la imagen de la Virgen que el ejército portaba con él.
Pero Camposagrado atesora cultos mucho más primitivos que la devoción mariana. Páramo elevado entre los valles de los ríos Bernesga y Luna, Camposagrado es paso natural hacia la montaña cantábrica. Su estratégica posición y sus magníficas vistas sobre la Cordillera se vinculan a ancestrales cultos a la Tierra que se pierden en la memoria del tiempo. A estas primitivas creencias se vincularían un conjunto de túmulos situados al norte de la ermita, que algunos autores relacionan con algún tipo de culto lunar, aunque hoy por hoy, se desconoce su origen y su funcionalidad.
De ellos da cuenta otra antigua tradición, que viene a explicar la presencia de estos ancestrales pozos vinculados a cultos prehistóricos. La leyenda narra cómo don Pelayo se enfrentó en estos llanos a los musulmanes durante la Reconquista; pero su inferioridad era notable, por lo que temía una derrota. Una noche se le apareció en sueños el apóstol Santiago quien le indicó que acampara en la zona y mandara cavar 13 pozos para ocultar en ellos a sus hombres. Pelayo así lo hizo, encargando al capitán Colinas ejecutar sus órdenes. Y cuando los musulmanes estaban cerca, los cristianos dejaron su escondrijo y los derrotaron. También en este caso, ocurrieron prodigios durante la noche, que presagiaron la victoria, y que los soldados atribuyeron a la imagen de la Virgen que acompañaba a las tropas. En agradecimiento, don Pelayo mandó construir la ermita y dejó en ella esa imagen milagrosa…
Lo que la Historia relata de estos episodios es que, tras la batalla de Covadonga, un grupo de musulmanes al mando de Munuza quiso alcanzar los páramos de León a través del puerto de la Mesa. Don Pelayo los interceptó en Camposagrado, donde les infringió una nueva derrota.
La primitiva ermita del siglo VIII, descrita como de una sola nave de cañón, puerta lateral y espadaña, resulta ahora irreconocible tras las diversas remodelaciones sufridas a lo largo de la historia. El templo actual, del siglo XVI, también ha sido muy modificado con distintos elementos a lo largo de los siglos XVII y XVIII, como la construcción del pórtico sur en 1735, según reza en la inscripción que allí se conserva.
La ermita existente es una sencilla construcción de factura rural. En su interior, de una sola nave, sobresale la capilla mayor, separada por una vistosa rejería, y el coro situado a los pies. La capilla está ornada por un retablo neoclásico, con pinturas que narran escenas de la vida de la Virgen y de Santiago “matamoros”. En él se dispone una Virgen románica, datada del siglo XIII, que ha precisado diversas restauraciones.
En la capilla están enterrados los benefactores del templo, Domingo Fernández de Colinas y María Álvarez de Tusinos, fallecidos en 1580 y 1594 respectivamente. En la sepultura aparece labrado el escudo de los Álvarez de Miranda.
A través de dos portezuelas, con tallas de los cuatro evangelistas, se accede a un camarín que custodia otra imagen de la Virgen del siglo XVI. Una tercera imagen, moderna y de vestir, es la que suele salir en las procesiones.
En la ermita tiene su sede una antigua cofradía sacerdotal, fundada algunos años después del santuario, que se encarga de celebrar un oficio religioso cada martes primero de mes entre abril y octubre, según establecen sus normas ancestrales. Sus dependencias se ubican junto a la torre de la iglesia, entre las que debió existir también un hospital, ahora desaparecido.
Resulta curioso comprobar que la iglesia cuenta con dos puertas, una para cada uno de los pueblos que delimita, lo que ha originado no pocas disputas entre los vecinos y cofrades de Rioseco y los de Benllera por el honor de poder sacar a la Virgen en procesión por “su” puerta. Y aunque Cuadros no limita con ella, su divisoria está muy cerca, junto al arroyo Espinadal y sus vecinos tienen gran devoción a la Virgen, por lo que en 1984 y de común acuerdo, se invitó al municipio de Cuadros a participar en la romería de la rogativa del agua, lo que sigue haciendo hasta la actualidad cada segundo domingo del mes de junio.
Detrás de la ermita todavía existe la Venta de Camposagrado. En ella era costumbre que hicieran noche los rebaños trashumantes que, cada año, subían desde Extremadura por el cordel de León o por el de las Raposeras, para ocupar los puertos de verano ubicados en Luna y en Babia.