El municipio de Cuadros
Apenas a 15 kilómetros de la capital leonesa, el municipio de Cuadros se ubica en el curso medio-bajo del río Bernesga, en cuyos márgenes se disponen buena parte de sus pueblos.
El Bernesga vertebra el municipio, condicionado por la profunda asimetría de su cuenca. En su margen izquierda, algunas cárcavas manifiestan la bravura del río crecido. En la derecha, las planas terrazas donde se asienta la vega refieren los dones que sus aguas derraman a su paso y los diferentes niveles horadados por el río a lo largo de millones de años. Alisos, sauces y chopos definen el pasillo vegetal que acompaña al cauce, apenas una franja arbolada que ha sobrevivido a la profunda humanización de estos valles. Aguas que nutren a una diversa comunidad de seres vivos asociados a un paisaje moldeado por usos ancestrales.
El actual municipio de Cuadros es una agrupación territorial relativamente joven, de apenas algo más de un siglo de vigencia, cuando en él quedaron reunidos los pueblos que hoy integran el ayuntamiento y que a lo largo de la Historia pertenecieron a distintas demarcaciones, como el concejo de Alba o la hermandad del Bernesga. Siempre fueron territorio de realengo, vinculados al alfoz y al Concejo de León, a cuyas puertas se acogían. Sus vínculos con la capital leonesa eran estrechos: al mercado leonés iban los vecinos de estos pueblos a vender sus productos y su ganado, sus paños y su lana; con la leña de sus montes no solo se calentaban las casas leonesas, también se abastecían los hornos y las fraguas de la capital. Muchos fueron los pleitos mantenidos por el concejo de León con distintos señores y eclesiásticos por los derechos sobre los pagos de Val de Bernesga e Alba, intereses que fueron cambiando a lo largo de la Historia. Pero los pueblos de Cuadros siempre fueron “vasallos de la corona real”, con todos sus derechos y privilegios.
De aquellos tiempos quedan no pocas evidencias en la documentación escrita; pero la memoria local ha mantenido esa evolución en forma de topónimos y de algunas leyendas. Con ambos, es posible reconstruir algunos de los enclaves originarios de lo que hoy es Cuadros, como Valdecastro. De este paraje afirman los estudiosos que fue un asentamiento prerromano y donde, siglos después, se ubicó el monasterio de San Tirso, del que se tiene constancia escrita desde 1060. El cenobio de San Pelayo, del que solo queda el nombre, debía levantarse cerca de Cabanillas. La tradición popular refiere que estuvo patrocinado por el rey Vermudo el Gotoso que, tras ser derrotado por los musulmanes junto al Esla, mandó custodiar en él las reliquias del santo niño mártir antes de su traslado a Oviedo. En el siglo XI, junto a la capilla monástica, habría crecido una aldea que fue arrasada por una crecida del río. También el despoblado de Villalbura remonta su origen a la presencia de Roma en la zona, cuando el asentamiento debió contar con una guarnición militar encargada del control de la calzada que junto a él transitaba. En el siglo XVIII, el poblado todavía contaba con 16 almas, dedicadas al pastoreo y a la elaboración de quesos y miel.
El poblamiento de este tramo medio del Bernesga es antiguo; en la cueva de Alcedo, en el vecino municipio de La Robla, se ha encontrado material lítico y otras evidencias que se remontan a más de 15.000 años. Numerosos castros evidencian el poblamiento prerromano de la cuenca media del Bernesga. Roma dejó su impronta en forma de villas, como las existentes en el vecino valle del Torío, y en el laboreo del terreno en busca de oro, como parecen atestiguar parajes como la Vallina La Griega; pero sobre todo en forma de calzadas, como la que comunicaba Legio, León, con Lucus Asturum, la actual Lugo de Llanera en Asturias, que fueron la base de las comunicaciones entre la Meseta y el Cantábrico durante toda la Edad Media y potenciaron el poblamiento de los actuales pueblos del municipio: Cabanillas, Campo y Santibáñez, Cascantes, Cuadros, La Seca, Lorenzana y Valsemana. Solo la decisión de Jovellanos de trazar la carretera de Asturias junto a la venta La Tuerta, por los altos que separan los valles del Bernesga y del Torío, modificó esta situación.
Bien distinto debía ser entonces el aspecto de estas tierras, aunque su vocación agraria y ganadera, propiciada por la bonanza que ofrece el Bernesga, apenas debió variar hasta hace apenas unas décadas. No resulta difícil imaginar los pueblos teñidos de ocre en muros, cercas y fachadas, pues el material de construcción básico sería el adobe y el tapial, elaborado con las arcillas rojas locales, paja y agua. Unas hileras de canto rodado en su base, para aislarlo de la humedad, completarían el trabajo. Los cantos abundan en el río, que en este tramo ya ha apaciguado sus aguas y, poco a poco, va depositando los materiales que arrancó a la montaña más al norte y que, a fuerza de “rodarse” en la corriente, han limado sus cantos. Y la mayoría de las casas estarían cubiertas de paja de centeno que, una vez cosechado, se majaba con el manal a ritmo de coplas y canciones para separar el grano de la paja…
Ya en el siglo XIX, la abolición del antiguo régimen y de los privilegios señoriales, y la reorganización territorial en ayuntamientos dio a Cuadros su estructura actual. Pero el mayor cambio se produjo a finales de ese siglo, cuando la llegada del ferrocarril y la instalación en Santibáñez de una estación de mercancías, favoreció el establecimiento de algunas incipientes industrias, como las moliendas asistidas por el abundante agua de las presas y las tejeras, que aprovechaban no solo la tierra roja disponible para elaborar tejas y ladrillos, sino la abundancia de leñas y urces en los montes, con que se cocían. Fue momento de abundancia y crecimiento para el municipio, que vio aumentar sus gentes y florecer sus escuelas; bonanza que, sin embargo, fue efímera.
En la actualidad Cuadros es un municipio dinámico, que conjuga el sabor de los pueblos tradicionales con los nuevos modelos de vida urbanos derivados de su proximidad a León.